viernes, 1 de agosto de 2008

Viaje a Amsterdam y más cosillas

El primer viaje sobre el que voy a escribir es el último que he realizado. Y es que aprovechando las fiestas de Torrejón, lugar donde resido y trabajo, unos compañeros del trabajo escogimos estos días para viajar a esta curiosa ciudad. Somos cuatro, y se unió a la aventura un quinto viajero que no podía disfrutar de esos días festivos (porque trabaja en otro lugar), pero tomo unos días libres para despejarse un poco.

El viaje tenía como destino principal la ciudad de Amsterdam. No obstante, al tratarse de una excursión de cuatro días, teníamos tiempo para visitar varios lugares más, dado que la ciudad de Amsterdam se puede ver en 1 ó 2 días como mucho.

Introducción.

Una curiosa experiencia con los compañeros del curro cuyos nombres citaré si me ceden sus derechos de imagen. Ya había visitado esta importante ciudad europea hace dos años, pero la experiencia ahora iba a ser completamente diferente.

Comentar que nuestro destino principal fue la ciudad de Amsterdam, como se puedeleer en el título. Además de patearla de arriba a abajo y de utilizar varios de sus transportes públicos, visitamos un par de pueblecillos costeros con mucho encanto. Más adelante hablaremos de ellos.

Dos notas curiosas sobre este viaje: el primero es que Holanda tiene unos trenes interurbanos geniales, comodísimos, no presentan apenas vibración y los asientos son increíblemente blanditos para acomodar el destrozado cuerpo tras horas de visita turística a pie por las ciudades. Y eso que viajamos en segunda clase (aunque creo que los asientos eran iguales en primera clase). La segunda nota es que no debéis olvidar que en el control del aeropuerto no se puede llevar una botella de agua en vuestra mochila de equipaje de mano. Yo la olvidé dentro y se crearon unos momentillos de tensión.


Por lo que podéis ver en la foto, los asientos son comodísimos. Además la vibración del tren es casi nula.

Nada más bajar del avión.

Al bajar el avión llegaremos a la sala de recogida de las maletas. Esa horrible sala donde la tensión comienza a crecer al no ver tu equipaje salir por el agujerillo, y que luego disminuye al mínimo posible cuando lo tienes en tu poder.

Antes de salir por las puertas de control, vimos un par de máquinas parar comprar billetes de tren. Tras esas puertas hay muchas más máquinas, pero por algún extraño motivo preferimos intentar comprarlos allí. El problemade estas máquinas es que son fáciles de manipular si dispones de una tarjeta del estilo a Visa Cash, es decir, una tarjeta monedero. Es inmediata la compra y perfecta. Sin embargo, nosotros lo intentamos con tarjetas de débito y no tuvimos éxito. Aparece en la pantalla la opción de utilizar tarjeta de débito y de crédito, pero creo que lo más seguro si necesitas utilizar estas máquinas es usar la tarjeta de credito, que posiblemente funcionará.

No obstante, a la salida de las puertas de control de salida de la sala de recogida de equipajes, hay muchas máquinas, taquillas para comprarlo a personas con dinero en efectivo, etcétera. Nosotros aprovechamos que había una servicial muchacha que nos ofreció pagar con su tarjeta monedero y le pagamos en metálico, para no perder más tiempo intentando desmontar la máquina y averiguar su comportamiento.

Es sencillísimo encontrar el andén del tren que te conducirá a tu destino. Si no lo encuentras con facilidad (como ocurre en la estación central de Amsterdam, que no es nada fácil localizar los carteles), hay unos puestos amarillos de información donde la atención es magnífica. Es magnífica si no te intentan equivocar por completo, como nos ocurrió en uno de los puestos (en el primero nada más llegar), pero no volvió a pasar en ningún otro.Por lo tanto, para coger el tren al destino deseado, sólo hay que mirar en los pórticos que bajan a los andenes, y encima de cada pórtico pone el número del andén y el destino (en algunos de esos carteles aparecen los destinos intermedios también).

Por último, y antes de acabar este capítulo de introducción, he de comentaros un detalle importante con el billete. En el caso de la estación del aeropuerto, la bajada al andén a través del pórtico que nos indica el destino del tren de esa vía es directa. Esto quiere decir que no hay torniquetes como en el Metro de Madrid por ejemplo. Por lo tanto, un madrileño como yo bajaría al andén, se montaría en el tren y, cuando viniera el revisor y le pidiera el billete, le diría que no es válido y podría ponerle una multa.

El billete no es válido si no se sella. A los lados de la escalera de bajada al andén, hay dos palos verticales amarillos que pueden pasar completamente desapercibidos. Esos palos tienen unos agujeritos un tanto extraños porque no son necesariamente del tamaño del billete, sino más grandes, podrías meter en algunos de ellos la mano. En ese agujero hay que introducir el billete y sonará un "clin!!!", de tal suerte que queda sellado el billete. Ahora sí es válido. De nuevo la chica del puesto de información que nos dio mal el número de andén nos intentó confundir y nos dijo que simplemente teníamos que bajar al andén, pero aun así picamos el billete en la máquina por si acaso.

En uno de los trenes el revisor nos pidió los billetes y los enseñamos. Los miró y los picó de nuevo. Parece ser que entonces habíamos hecho bien en sellarlos antes de entrar al tren.

En la estación central de Amsterdam pasa exactamente igual salvo que los palotes amarillos que sellan el billete están antes de subir las escaleras al andén, en lugar de bajarlo.

Finalmente, nuestro trayecto a Amsterdam no tuvo más incidencias y aquí acaba la introducción al viaje.

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